Artículo publicado en La Voz del Aula. Revista del Programa de las Personas Mayores de la Diputación de Valladolid. Nº 56. Primavera 2004, pp. 12-13.
«Aquí no hay tiempo para aburrirse, aunque si quiero
me aburro un poco» (Rosina Rodríguez, 102 años)
Animar requiere, por lo menos y como premisa, que quien anima esté animado y quien ha de ser animado esté dispuesto a dejarse animar. Parece enrevesado pero resulta muy sencillo:
¿Quién anima?
Anima toda la Institución: los trabajadores, los familiares, los voluntarios, los mismos residentes… y ello desde unas funciones tan diferentes como complementarias dado que varía tanto su tiempo disponible como el modo de animar.
- Quien dedica más tiempo a la persona mayor es el personal de atención directa (auxiliares, enfermeras, fisioterapeutas, cocineros, recepcionistas…). En gran medida, de la calidad de sus atenciones depende que el mayor esté o no dispuesto a dejarse animar. En la actitud ante las actividades que se plantean para ocupar el tiempo libre de las mañanas o de las tardes se refleja si se ha descansado suficientemente, si el momento de vestirse o del aseo ha sido placentero, si se ha desayunado o comido bien, si uno se ha sentido bien mirado y bien tratado por los demás…
- La familia también anima si con sus visitas refuerza la involucración de la persona mayor en la vida del Centro. También los voluntarios contribuyen a paliar la soledad de los residentes sin familia al inundar la residencia con estímulos intergeneracionales.
- Los mismos residentes constituyen el principal activo de la animación en la Residencia. ¿Cómo obviar 16.900 años de experiencia[1] conviviendo junta bajo el mismo techo veinticuatro horas al día y 365 días al año?. La solidaridad horizontal (entre residentes) constituye la mejor manera de animación institucional.
¿Cómo estar animado?
Se puede estar animado por haber empezado bien el día, pero flaco favor le haríamos a un mayor si la calidad de nuestro trabajo dependiera del pie con el que nos hayamos levantado. El trabajo con mayores requiere de altas dosis de vocación y de formación:
- De vocación porque trabajar con personas precisa de habilidades para la escucha, la empatía, la trasferencia de emociones positivas… que si no se poseen naturalmente resulta un tanto artificial improvisarlas a no ser que se haga un sobresfuerzo para adquirirlas mediante la formación…
- Formación porque, además de aquellas habilidades, hay que saber dar respuesta a preguntas sobre el sentido del trabajo y el ocio, de la soledad y el amor, de la enfermedad y la salud, del dolor y el gozo, de la muerte y la vida.
¿Cómo dejarse animar?
Aquí radica el «quid» de la cuestión. Alguien dijo que la residencia es como un pueblo: hay médico, cura, escuela, bar, biblioteca, asientos en el salón de visitas como quien se sienta en la plaza y un teatro donde lo mismo se echan comedias que se hacen asambleas. La participación en las actividades de la residencia sería un reflejo de la vida en los pueblos. En nuestra residencia viven 125 mujeres y 75 varones con 86 años de edad media para las primeras y 83 para los segundos. Pues bien, todos los días hay consulta médica, un 70% va a Misa los domingos (el mismo porcentaje que al baile del último viernes de mes), los jueves un 10% va a la Escuela, un 25% al cine de los miércoles, todos los días hay residentes en la biblioteca -aunque menos que en el bar-, cuando hace buen tiempo se prefiere la terraza al salón y la fiesta será más animada cuanta más gente haya en el corro… Anualmente hay elecciones a Consejo de Residentes en donde votan en torno al 60% de los residentes, curiosamente la misma proporción representada por los residentes funcionalmente autónomos. Y lo que es más importante, a las asambleas periódicas acuden un número similar de residentes que se incrementa si quien comparece es el director o el responsable de algún servicio a quien se le solicita alguna información.
La prueba del compromiso de los mayores con su futuro reside en que al poner a su alcance los medios para tomar las riendas a su presente, hay personas dispuestas a asumir responsabilidades. Y ahora nos preguntamos, ¿qué es más fácil: querer o dejarse querer?. Pues lo mismo dejarse animar. Muchos mayores están de vuelta de tantas cosas que cuesta llegar a sorprenderles… Al final los mensajes más sencillos son los que más calan y el lenguaje más eficaz es el que se transmite desde las emociones. Más importante que el sabor de la sopa es la certeza de que ésta haya sido preparada con mimo, más eficaz que un vendaje es un abrazo, más fértil y esperanzador que entretener es la capacidad de sembrar procesos.
[1]doscientos residentes multiplicado por la media de 84,5 años
ENLACES DE INTERÉS:
- Fuente original del artículo
- Libro «inspirador» de Mendía Gallardo, R. (1991) Animación Sociocultural dee la Vida Diaria de la Tercera Edad. Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco.